La voluntad y la inteligencia son dos de las
cualidades que nos distinguen como seres humanos, que son inherentes a nuestra
naturaleza y exclusivas de ella. La otra es el amor.
Pero la inteligencia entendida no solo como
la capacidad para resolver problemas- como suele afirmarse a veces- porque problemas
también resuelven los animales. Los animales resuelven a menudo problemas muy
complejos. No, la inteligencia es ante todo la capacidad de percibir lo real
como real, de enfrentar las cosas allende nosotros, fuera de nosotros. Esto es
lo característicamente humano. La inteligencia nos hace entonces interactuar
con las cosas, con el mundo, transformándolas, transformándolo, y como
consecuencia de ello hace también que nos transformemos a nosotros mismos.
Por su parte, la voluntad es la facultad de
la mente mediante la cual elegimos, decidimos, optamos por tal o cual vía de
interacción con lo real y con nosotros mismos como realidad. Podemos hacer
elecciones mejores o peores, pero en todo caso elegimos. Hasta en las personas
mas pasivas y dependientes hay elecciones, es decir actúa la voluntad.
Y entonces cabe la pregunta por la relación
que hay entre inteligencia y voluntad.
Miremos en especial esto: la inteligencia es
tanto mayor en una persona cuanta más capacidad tiene para encontrar relaciones
entre las cosas reales entre sí y entre estas con la realidad; también para
encontrar constantes, proporciones, simetrías, equivalencias, analogías, y por
eso es que mediante ciertas pruebas elaboradas al efecto se puede “medir” la
inteligencia de una persona. La voluntad, a su vez, está tanto mas en una
persona cuanto mas constante es, cuanto mas disciplinada es, cuanto mas opta
racionalmente por un camino en lugar de otro.
Acá ya puede verse en consecuencia una
influencia de la inteligencia sobre la voluntad en cuanto que el raciocinio
implica un discurrir de la inteligencia, una relación lógica de presupuestos fácticos
o estrictamente lógicos que conducirían a una mejor elección. Aquí la
inteligencia llevaría a la voluntad a encontrar una elección acertada.
Por otra parte, un mayor énfasis en decidir y
en persistir, un mayor influjo en la conducta del factor elector, hará que la
inteligencia se enfoque, se trace metas, objetivos claros. La inteligencia así
influida por la voluntad delimitará los objetos, las relaciones entre ellos, y
permitirá a la persona acceder a aspectos de lo real desconocidos para ella
hasta entonces, encontrando relaciones inesperadas o soluciones a retos que lo
real le haya colocado.
La voluntad, en efecto, influye en la
inteligencia, y no solo porque direcciona a la inteligencia sino además porque
obliga a factores claves de la inteligencia como la atención, la percepción, la
memoria, a trabajar centrada e intencionalmente, con lo cual el resultado de la
acción inteligente será mejor que si aquella no se hubiera hecho presente en un
grado importante.
El cultivo de la inteligencia, su mayor
desarrollo, incide positivamente en la voluntad, y viceversa: una voluntad
desarrollada acrecentará la inteligencia en general y en particular los
resultados inteligentes.
Toda intervención que desee desarrollar la
inteligencia, en otras palabras, potenciarla, deberá cuidar el cultivo de la
voluntad. La constancia, la planeación, la fijación de objetivos, la retroalimentación y evaluación de lo realizado y alcanzado será importantisimo en el crecimiento cognitivo, entendido ya no cómo mera abstracción sino como consecución de logros de vida personales y profesionales; humanos, en una palabra.
En fin, inteligencia y voluntad están intrinsecamente relacionadas. Inseparables como tal, pero entrenables y cultivables en su singularidad. Así potenciandose una y otra se robustecen ambas permitiendo que el sujeto así dispuesto se haga mas humano, mas integro, mas cercano a Dios.
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